sábado, 2 de noviembre de 2013

Faster We Burn - Chelsea M. Cameron

Katie Hallman esta cansada de los imbéciles. Cansada de los hombres que la tratan como una mierda y la dejan rota. Pero luego Stryker Grant aparece. Con sus muchos piercings y su cabello blanqueado, él es el polo opuesto de todas sus relaciones pasadas, lo cual lo hace el candidato perfecto.
En un primer momento, Katie sólo lo ve como una salida física de su difícil relación anterior, y a Stryker no parece importarle sólo ser una distracción de los problemas de Katie. Pero pronto él empieza a meterse bajo su piel, quitando capas que ella prefiere mantener cubiertas. Ella trata de dejar claro que no quiere una relación, pero continúa rompiendo sus propias reglas.
Luego, una tragedia envía a Katie hacia los únicos brazos que están ahí para atraparla, y se dará cuenta de que lo necesita más de lo que nunca creyó posible. ¿Pero está lista para confiarle a otro chico su ya maltratado corazón? ¿O lo alejará para protegerse a sí misma de volver a salir herida?

Fall and Rise #2


Primer Capítulo

1


Traducido por Mel Cipriano.


Katie.-
Me dije a mí misma que no me sentía atraída por Stryker Grant la primera vez que lo vi. Entre el piercing de su labio y el de la ceja, sus vaqueros rotos (no a propósito), y su pelo teñido, era lo opuesto a todos los hombres que había querido. Además, estaba vestido como un vampiro, colmillos falsos y todo.
Mi novio, Zack y yo estábamos juntos de nuevo, y yo estaba disfrutando de encontrarme en el centro de tanta actividad, tanta vida. Entonces Zack hizo lo que siempre hacía, y lo empujó demasiado lejos. En medio de una fiesta de Halloween llena de gente, nada más ni nada menos. Traté de atribuírselo a que él estaba borracho, pero esa se estaba convirtiendo rápidamente en una excusa en exceso.
Stryker estuvo allí más rápido de lo que podía decirse "damisela en apuros." Podría haber manejado a Zack completamente, pero Stryker no lo dejaría ir.
Además, estaba todo el drama de Zan, el hermano de Zack, llevándolo a casa, y todo el mundo preocupándose por mí como si yo tuviera cinco años. Entonces, Stryker me llamó "cariño" de una manera que me hizo apretar los dientes.
Incluso sin los colmillos falsos, yo no lo vi.
No lo noté hasta que se presentó en mi puerta al día siguiente, pidiendo la estúpida capa de vampiro que me había dado la noche anterior cuando tenía frío.
—Aquí —le dije, empujándola hacia él. La tomó, pero no se fue. Audrey finalmente había logrado sacarme de mi vestido rosa, poniéndome mis pantalones, y yo no estaba de humor para invitados, sobre todo después de la mirada en el rostro de Lottie cuando le dije que me había acostado con su novio. Pero ellos no podían vigilarme las 24 horas del día.
—Escucha —dijo, y yo sabía dónde iba. Iba a detenerlo antes de que algo pasara. Se mordió el lado del labio que tenía perforado con un aro de plata. Sus ropas estaban sucias, y sus bota tan cubiertas de suciedad que no sabía de qué color eran originalmente. Yo no era quien para hablar, sin embargo. Ni siquiera tenía puestos los lentes de contacto, mostrando, en cambio, las estúpidas gafas con las que no sería atrapada en público ni muerta.
—Mira, tú me salvaste, te aseguraste de que no muera de frío. Felicitaciones. Ya te puedes ir. —Me moví para cerrarle la puerta en la cara, pero él puso su brazo, deteniéndome.
—Eso no era lo que iba a decir. —Puso su pie en la puerta, y entró en la habitación—. Lo que iba a decir es que eres una idiota. —Dobló la capa sobre su brazo.
—¿Perdón?
—Ya has oído lo que he dicho. Eres. Una. Idiota. —Enunció las tres últimas palabras y se acercó más a mí hasta que nuestros rostros sólo estaban separados por unos pocos centímetros. Por primera vez, lo miré a los ojos y vi que eran verdes. ¿Cómo no me había dado cuenta antes?
—¿Y qué te califica para decir eso? Ni siquiera me conoces. —En serio, ¿Quién se creía que era?
—Puede que no te conozca, en concreto, pero he conocido a chicas como tú antes. Eres la chica que tiene lo que todo el mundo piensa, esta vida rosa perfecta. La chica que se pasa todo el tiempo tratando de ser algo que no es. La chica que apenas está aguantando. Eres una idiota porque piensas que puedes seguir así, y por creer que tienes que hacerlo. —Observé el aro moviéndose en sus labios mientras hablaba para no mirarlo a los ojos de nuevo.
—Lo que sea. —Traté de cerrar la puerta de nuevo, pero él todavía estaba en mi camino—. ¡Fuera de mi habitación! —Estaba tan harta de los chicos y sus ataques de testosterona.
Él levantó las manos y retrocedió, como si yo hubiera estado enloqueciendo sin razón.
—No estoy diciendo nada que no sepamos ya, cariño. —La forma en que dijo "cariño" me molestó, al igual que lo había hecho la primera vez.
Giró sobre sus talones.
—Nos vemos por ahí —dijo con un gesto sobre un hombro.
—Nunca será demasiado pronto —le grité a su espalda. Todavía podía oír el sonido de su risa, incluso después de cerrar la puerta y apretar la frente contra ella para poder respirar por un segundo.
Lo último que necesitaba en mi vida era otro hombre. Especialmente uno que me dijo que era una idiota.
Pero, por supuesto, eso fue exactamente por lo que abrí la puerta y corrí escaleras abajo hasta que me lo encontré en el vestíbulo, apoyado contra la pared junto a la puerta de la escalera. Como si hubiera estado esperando.
Estaba jugando con su aro del labio de nuevo, pero aparte de eso, era todo arrogancia. Levantó la ceja perforada.
—¿Esto es nunca? —preguntó.
Negué con la cabeza.
—Te equivocas. Acerca de mí. No estoy fingiendo ser nada —le dije.
—Claro —respondió, con una sonrisa en los labios.
Di un paso hacia él y se apartó de la pared, hacia mí. —Yo no te debo nada.
—No, no lo haces.
—Bien. Ahora que dejamos eso claro… —Agarré su camisa y lo arrastré hacia mi boca. Por suerte, había tenido mucha práctica, así que mi puntería fue buena, y sus labios se estrellaron contra los míos perfectamente. Se quedó inmóvil por un momento de sorpresa, pero eso no duró mucho tiempo. La capa cayó al suelo cuando sus brazos me capturaron, tirándome contra él. No fue un beso dulce, sino exigente, el tipo de beso con el que usualmente te desnudas. Fue un beso que me hizo querer envolver mis piernas alrededor de él y llevarlo de vuelta a mi habitación.
Escuché gente caminando y haciendo comentarios, pero estaba demasiado preocupada con la sensación de su boca aterciopelada en la mía, y en cómo el metal de su aro del labio se calentaba con el contacto de los míos.
Disminuyó la velocidad del beso y finalmente se separó. Ambos estábamos respirando pesadamente. Sus ojos verdes grabados en los míos, bloqueándome en el lugar.
—¿Qué fue eso? —Dio un paso atrás, pero no me soltó.
Levanté un hombro mientras trataba de recuperar el aliento. —Nunca he besado a un hombre con un aro de labio. Tenía curiosidad.
Una arruga se formó entre sus cejas mientras me estudiaba, en busca de la verdadera razón. Él no iba a encontrarla, porque ni siquiera yo la sabía.
—¿Y? —preguntó finalmente.
—Y ahora ya lo sé. —Intenté retroceder, pero él tenía ambos brazos envueltos alrededor de mí, atrapándome.
—¿Alguna vez has tenido sexo con un tipo con un aro en el labio? —dijo.
Negué con la cabeza de lado a lado una vez. —No.
Levantó la ceja perforada de nuevo. —¿Quieres probar?
Arrugué su camisa entre mis puños y le di otro beso feroz.
—Por supuesto. Eso sí, no me digas idiota nunca más. 

Stryker.-
Yo no estaba pensando en acostarme con ella cuando fui a verla, pero estaba terriblemente seguro de que no iba a decir que no cuando me besó de esa manera. Además, tenía una cosa por las mujeres con gafas, y ella todavía tenía todo eso de la chica dañada a su favor. Finalmente me dejé ir, y ella agarró mi mano y me arrastró por las escaleras hasta su cuarto.
—No tenemos mucho tiempo, me están vigilando como si fuera a enloquecer —dijo, haciendo que la puerta se cerrara antes de romper el elástico de su cabello y tirar de su camisa fuera. Debajo de ella, estaba usando una musculosa, sin sostén. —No voy a enloquecer. No voy a enloquecer. —Sacó sus pantalones con un movimiento rápido y me di cuenta que estaba allí de pie, todavía completamente vestido. También noté que tenía un montón de mierdas de color rosa. De hecho, había muchas almohadas en la cama, no estaba seguro de si habría espacio para mí.
Caminó hasta que estaba justo en frente de mí y agarró la parte inferior de la camisa. —No voy a enloquecer, ¿entendido?
—Lo tengo —dije. Subió mi camisa y la ayudé a sacarla cuando llegó a la cabeza. Después de sólo un momento en el que evaluó mis tatuajes, sus manos estaban en mi cinturón.
—Bien. —Me besó otra vez, y caímos sobre la cama.
—Muchas almohadas —dije contra su boca cuando llegué atrás y tiré algunas de ellas en el suelo.
—Mmm —murmuró, levantando su camiseta sin mangas. Tiré más almohadas hasta que finalmente pude voltearla, por lo que ella estaba debajo de mí. Rompió el beso—. ¿Condón?
—No tengo uno. —Estaban en la camioneta, pero no creí que fuera necesario poner uno en mi bolsillo como hubiera hecho si hubiera ido a un bar.
—Primer cajón —dijo ella apuntando sobre su cabeza hacia su escritorio. Llegué y me puse uno, ignorando el hecho de que los condones eran probablemente remanentes de Zack.
Terminamos de desnudarnos y el sexo fue rápido, caliente y duro. Sabía que sus vecinos probablemente habían oído todo, pero los sonidos que hacía eran tan dulce mientras sus uñas se clavaban en mi espalda y me pedían más. Sus piernas se enredaron en mí y ella se levantó para recibirme, exigiendo más, más rápido, más fuerte. También había un toque de desesperación en ella. De daño. De ira.
De dolor.
Finalmente la sentí venirse a mi alrededor y me contuve durante el tiempo que pude, por ella, pero no fue por mucho.
—Mierda —me quejé, sosteniéndome para no derrumbarme sobre ella. Nuestros ojos se encontraron y ella me dio un beso rápido. Se movió para que pudiera acostarme sobre mi espalda a su lado en la pequeña cama. Me volví para poder mirarla.
Tenía un cuerpo hermoso. Dulces curvas y ángulos suaves. Unas pecas salpicaban el camino a lo largo de su estómago. No había llegado a degustarlas, sin embargo. Me acerqué para rastrearlos pero ella me agarró la muñeca.
—No lo hagas. El hecho de tener sexo no significa que quiero que me toques. —Soltó mi muñeca y me moví lejos de ella mientras cruzaba los brazos sobre su pecho.
—¿Quieres que me vaya? —pregunté.
—Sí. —Suspiré y me senté para poder pasar por encima de ella, pero puso su mano en mi hombro—. No.
—¿Qué es? ¿Sí o no? 
Dio un suspiro tembloroso y se quedó mirando el techo nuevo. Como si ella no quisiera verme más ahora que todo había terminado. Una lágrima se deslizó por su mejilla, seguida de otra. Trató de secarlas para que no las vea, pero lo hice. No era la primera vez que una chica había llorado después de tener sexo conmigo, pero esta vez me golpeó como un camión.
—Oye —dije, acercándome para secar una por ella, pero movió su cara. Bien. Traté de irme de nuevo, pero no podía dejar a una chica llorando. Me puse mis boxers y los pantalones de nuevo, encontré una manta en el extremo de la cama y la cubrí con ella.
—Siento haberte llamado idiota. A pesar de que estabas siendo una —le dije. Sabía que no era la razón por la que estaba llorando, pero todavía me sentía como un imbécil por añadir un insulto a la injuria.
—No estoy llorando porque me hayas llamado idiota —dijo entre sollozos—. No sé por qué estoy llorando.
Tomé un pañuelo de papel de una caja que estaba cubierta de material rosado borroso. —Sí, lo haces.
—Cállate —dijo ella, sonándose la nariz—. Ya me has follado, ahora puedes irte. Yo sólo quería tener sexo, no quiero tener una charla de corazón a corazón con un chico que ni siquiera sé ni me gusta.
—Está bien. Si eso es lo que quieres. —Me subí los pantalones, pasé sobre ella y encontré mi camisa. Nunca había quitado mis zapatos.
Ella sollozó de nuevo, pero me pidió que me fuera y eso era lo que iba a hacer. Si follas a una chica y ella te pide que te vayas, sacas tu culo por la puerta.
Miré hacia atrás una vez más, Katie se acurrucó bajo la manta, sosteniéndose a si misma, como si fuera a romperse. Sus ojos grandes y húmedos encontraron los míos y rogaron.
—Sólo. Vete.
Asentí y cerré la puerta tras de mí, mientras ella trataba de llorar en silencio. Busqué en mis bolsillos y encontré un recibo de la gasolinera. Había una pequeña placa en la puerta de Katie con un marcador para dejarle mensajes a Lottie y viceversa. Garabateé mi número de teléfono celular y las palabras “Llámame si necesitas algo” en el recibo, y lo metí debajo de su puerta.
Probablemente nunca iba a saber de ella, pero lo hice de todos modos. Llámenlo una causa perdida alcanzando a otra.

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