viernes, 25 de octubre de 2013

A Little Too Far - Lisa Desrochers

¿Alguna vez has ido demasiado lejos?
Lexie Banks lo ha hecho.
Sip. Acaba de tener sexo alucinante con su hermanastro. En su defensa, está en la edad de las hormonas alborotadas, y no ayudó que su padre se casara con una mujer que tiene un hijo super sexy. Pero aun así, él ha sido su mejor amigo y confidente estos últimos años…y está fuera de sus límites. Es bueno que se marche en dos días a pasar un año en el extranjero, en Roma. Pero incluso a miles de kilómetros de distancia, Lexie no puede escapar de los problemas. Criada como católica, va a confesarse con la esperanza de aliviar parte de su culpa… y tal vez no se queme en el infierno.
En cambio, tropieza fuera del confesionario con Alessandro Moretti, un diácono joven y muy agradable a la vista… y a sólo ocho meses de convertirse en sacerdote. Mientras Lexie y Alessandro se acercan más, las señales de Alessandro comienzan a cambiar a pesar de su voto de celibato, y ella no sabe qué pensar. Está dividida entre enamorarse del hombre que no debería querer y el hombre que no puede tener. Y no está segura de cómo puede vivir consigo misma de cualquier manera.
A Little Too Far, #1


Primer Capítulo

1

Traducido por Moni

Mi ex es un idiota. Un punto lo hizo todo más claro cuando me encuentro con Stacey McCarran en la tienda de Forever 21 en el centro comercial.
—Lexie —dijo arrastrando la palabra, volteando su cabello largo y teñido de rubio sobre su hombro y haciendo un puchero de simpatía—. Me sentí tan mal de escuchar sobre tú y Rick.
Es una mentira, y ella sabe que lo sé. Estuvo tras Rick todo el tiempo en que estuvimos en la secundaria, y por la sonrisa conocedora bajo ese falso puchero, estoy suponiendo que ellos ya hicieron el acto. Me pregunto si ella esperó siquiera una hora después de que terminamos para llamarlo.
Sam se aleja del perchero que está hojeando, sosteniendo una camiseta sin mangas negra con abalorios alrededor del cuello en V. —Stacey —dijo con desprecio, caminando a mi lado. Katie está a su lado, mirando a Stacy con ira. Siempre puedo contar con mis amigas para cerrar filas.
Me encojo de hombros. —Las cosas pasan. —Como tu novio de tres años y medio convirtiéndose en un bastardo infiel cuando no estás prestando atención. Sí. Las cosas pasan.
—Bueno —dice arrastrando las palabras, hojeando un perchero de pantalones cortos de algodón—, todos estaban sorprendidos. Todos pensamos que ustedes terminarían casándose.
Yo también lo pensaba.
Rick y yo habíamos hablado sobre matrimonio. Cuando vine a casa para las vacaciones de verano después del primer año, él fue quien tocó el tema. Él fue quien comenzó a hablar sobre dónde deberíamos vivir después de graduarnos de la universidad. Nos habían votado a la pareja más probable de llegar al anuario del último año. Había escrito mi nombre en innumerables pedazos de papel, tratando de decidir si unir con guión o sólo cambiar mi apellido de Banks a Hamilton. Entonces cuando Sam me escribió que había escuchado que Rick estaba viendo a alguien de la escuela, se lo atribuí a la fábrica de rumores.
No era la fábrica de rumores. O lo era, supongo. Era una combinación entre mi novio siendo un imbécil y la fábrica de rumores.
Cuando me aceptaron en Notre Dame, no había duda de que iba a ir allí porque: 1) es una escuela genial, y 2) es católica, con lo que mis padres insistieron. Pero también está 3) realmente lejos. Un montón de nuestros compañeros, incluyendo a Rick, fueron al Estado de San José porque está cerca de casa. Supongo que Rick era demasiado estúpido para darse cuenta de que no puedes cogerte a la mitad del campus cuando el lugar está lleno de amigos de tu novia sin tener a ni uno solo de ellos dándose cuenta. Así que el rumor se esparció.
¿Lo estúpido? Rick me dio un anillo de promesa en navidad. Hizo todo la discurso sobre que yo era el amor de su vida, y que sabía que pasaríamos el resto de nuestras vidas juntos, bla, bla, bla.
¿Lo más estúpido? Yo me la creí —hasta que estábamos en su cama la noche después de navidad. Estábamos técnicamente comprometidos a estar comprometidos, así que me sentí justificada de leer sus mensajes de texto cuando se levantó para ir al baño y quitarse el condón.
Sí, es una cosa tonta de hacer, entonces tal vez soy una idiota también, pero no era sólo lo que Sam había dicho. La gente nos estaba mirando raro cuando fuimos a una fiesta en la casa del mejor amigo de Rick el día después de que regresé a casa. Era como si todos estuvieran susurrando a mis espaldas, y algunos de mis amigos me lanzaban miradas compasivas, aunque nadie dijo nada. Me estaba sintiendo súper paranoica.
Así que busqué.
No sólo habían mensajes de al menos tres chicas diferentes, también algunas fotos. Las fotos eran en su mayoría de él sentado con chicas en sus regazos o bailando. En una, estaba besando a una rubia con grandes tetas, pero no se veía como más que sólo un beso en los labios. Malo, pero no totalmente incriminatorio. Pero los mensajes… algunos de ellos eran bastante lascivos. No tuve tiempo para leerlos todos, pero miré suficiente de una conversación para saber que los rumores eran ciertos.
Mi corazón se arrugó en un pequeño nudo, y mi pecho estaba tan vacío, ni siquiera me dolía justo en ese segundo. El dolor llegó más tarde y se quedó durante un largo tiempo. Justo en ese momento, en la habitación de Rick, la humillación llenó el espacio vacío. Estaba sentada en el borde de la cama, sosteniendo su teléfono en la mano cuando regresó del baño. —¿Te la cogiste en el laboratorio de química? ¿En serio?
Sus ojos se abrieron mucho, y toda la sangre abandonó su rostro. —No es lo que piensas.
La adrenalina corrió por mi sangre ante su negación, yo temblaba de la rabia. —¿En serio? ¿Eso es lo mejor que puedes hacer?
—Lexie, es una loca. Ella, como que me acecha todo el tiempo.
le di vuelta al teléfono y repasé los mensajes. —¿Cuál? ¿Becky? ¿Gina? ¿O es Helena la acosadora?
Hizo una mueca y se pasó una mano por la cara. —Mierda.
Le lancé el teléfono, y lo golpeó en un hombro y rebotó. Ni siquiera lo tomo en su camino al suelo, donde rebotó de su pie hasta la alfombra. —Hijo de puta —gruñí, tomando mi ropa.
—¡Lexie, espera! —dijo cuando pasaba a su lado hacia la puerta.
Le di vuelta y luego lancé el anillo en su cara. —¡Jódete!
Y ese fue el final de tres años y medio con Rick.
Me llamó y escribió casi todos los días durante el semestre de primavera, pero borré todo sin mirarlo. Mis amigos en casa eran buenos sobre evitar el tema en sus mensajes, así que se volvió fácil pretender que Rick nunca había existido. Yo estaba a mil kilómetros de distancia, y él no podía presentarse y sorprenderme, así que me sentí bastante segura. Pero cuando una oportunidad de ir aún más lejos y pasar mi tercer año en Italia, salté por todas partes.
Para el momento en que volví a casa para las vacaciones de verano hace unos meses, me sentí muy bien. Ya había superado a Rick. Me había metido mucho con mis estudios e iba en mi tercer año en Notre Dame cerca de la parte superior de mi clase de historia del arte. Eso me había hecho ganar la beca para el año en Roma entre treinta candidatos.
Sin embargo, no estaba encantada con la idea de pasar mi verano mirando a Rick cogiendo en su camino a través de nuestras antiguas compañeras, así que he pasado mis días desde que llegue a casa absorta con mi software de Rosetta Stone(1) y sintiéndome muy capaz de: 1) encontrar un baño (Dove passo trovare il bagno?) o 2) decirle a alguien que se vaya al diablo (Va ’al diavolo!). Mis amigas han estado de acuerdo con evitar las fiestas donde sabíamos que él estaría, así que me las he arreglado para pasar todo el verano sin siquiera un rastro de él.
Y ahora estoy a dos días de partir a Roma para mi tercer año, con la posibilidad de quedarme el verano para hacer una pasantía si les gusto.
La vida es buena, y no voy a dejar a Stacey frotar en mi cara las partes de ella que no lo son.
—Sí, bueno… nos vemos luego —le digo mientras me doy la vuelta hacia la registradora.
—Perra —murmura Sam mientras nos alejamos, sólo lo suficientemente alto para que Stacey lo escuche, y no puedo evitar sonreír. Me da la blusa y una falda corta de color negro que está sosteniendo. —Esta es una compra obligatoria. Los abalorios alrededor en el escote atraerán la atención a tus mejores atractivos —dice, tomando mi pecho con su mano libre.
—¿Podrías por favor no tocarme en público? —murmuro, tomando la ropa y alejándola.
—Mi trabajo, te guste o no, es asegurarme de que no vuelvas a casa sin experimentar todo lo que Roma tiene para ofrecer —dice con las cejas levantadas y una sonrisa de complicidad—, y este atuendo lo va a garantizar.
Sam y Katie son de un grupo rotativo de unos diez de nosotros que salíamos juntos en la escuela secundaria, pero ellas son a quienes he mantenido más cerca después de que nos fuimos a la universidad. Sam es a primera vista femenina, con ondas largas y castañas y piel de marfil. Y es curvilínea de una manera que hace que los chicos volteen para ver. Lo que nunca verías de su apariencia es que es totalmente genial. La confianza flota fuera de ella como una fuerte esencia. Se puso su cinturón de karate para dar clases de defensa personal en el refugio de mujeres durante los últimos años y es por mucho la más franca de nosotras tres. Pero también no es muy buena para mantener confidencias confidenciales. La amo, pero realmente no confío en ella, si eso tiene sentido.
Katie, por otro lado, siempre ha luchado con su peso, y, por lo tanto, con su autoestima. Yo pienso que es hermosa, pero siempre deja que su pelo oscuro cuelgue y se viste un poco anticuado. Generalmente es callada y más reservada que Sam y tiene a pasar desapercibida. Siento como que puedo hablar con Katie, excepto que es la mejor amiga de Sam, y no estoy segura de cuanta lealtad prevalecería si la situación se complicara, así que mejor no.
Hacemos nuestras compras y nos dirigimos a Applebee’s a almorzar. La anfitriona nos sienta en una mesa cerca de la barra.
—Dame —dice Sam, alcanzando a través de la mesa por las bolsas que estoy tratando de colocar en mi lado de la mesa—. Pondré algunas aquí.
Le paso la gran bolsa de Neiman Marcus sobre la mesa y me dejo las pequeñas. La toma y la coloca contra la pared mientras Katie se desliza a su lado.
—¿Puedo empezar damas ofreciéndoles con algo de beber?
De pronto, todo el oxígeno es absorbido de la atmósfera, y puntos parpadean en mis ojos. Ni siquiera puedo mirar hacia el final de la mesa donde el mesero está de pie, pero escucho el grito ahogado de Katie y sé que es él.
Oh Dios.
—Hola Rick —dice Sam, su voz seca—. Danos un minuto, ¿está bien?
Hay una larga pausa donde nadie dice nada, pero siento el peso de la mirada de todos. Odio que la primera cosa que revolotea por mi mente es un inventario de mi apariencia. Me duché esta mañana sin afeitarme las piernas, luego tiré de mi cabello rubio oscuro mojado en una cola de caballo con un broche —por mucho lo más bonito que estoy usando. Me pasé un poco de base sobre unos pocos granos en la barbilla y algo de rímel, sin preocuparme mucho por cómo lucía. Mi blusa de capas era vieja y estirada, y mis pantalones cortos son demasiado anchos en el trasero.
Me veo como una mierda.
No quiero preocuparme por lo que Rick piensa. Pero, demonios, lo hago.
—Sí… de acuerdo. Volveré en un momento —respondió después de un rato.
—Maldición, Lexie —Katie siseó cuando él se fue—. Lo siento tanto. No sabía que él trabajaba aquí.
Pensé que tenía esto. Pensé que lo había superado. Entonces, ¿por qué, cuando levanté la mirada y lo vi alejarse, mi corazón se detuvo?
Sam toma las bolsas que acaba de colocar cerca de la pared. —Vamos.
Me obligo a dejar de morderme el interior de mi mejilla y respirar un suspiro tembloroso. —No. No voy a dejarlo que me haga esto. No voy a seguir viviendo como si yo fuera la que hizo algo malo.
La expresión de Katie es totalmente de compasión. —Todos saben que fue él, Lexie. No tienes que probar nada.
—Estoy bien —digo, mirando hacia donde Rick está de pie en el bar—. No voy a ser capaz de evitarlo por siempre.
Sam deja la bolsa en el suelo, dándome una mirada escéptica. —Estás segura.
Asiento y tomo el menú. Tenía mi corazón puesto en un cangrejo de pavo, y no voy a dejar que la basura de mi ex me prive de eso.
Recorremos los menús, y, unos minutos después, Rick está de vuelta. Lo miro a los ojos esta vez, y maldición, aún es hermoso. Su cabello rubio y lacio está más largo que la última vez que lo vi, desnudo en su habitación, y cubre parcialmente sus ojos azules. Se ve realmente elegante con la camisa de botones y la corbata negra delgada que le dieron. —¿Están listas para las bebidas?
Aclaro mi garganta. —Té helado con—
—Limón extra —termina de decir por mí, con una sonrisa de lado que siempre ponía mariposas en mi estómago—. Lo recuerdo.
—Coca-Cola Light —la voz de Sam arremete como un látigo, y Rick se vuelve hacia ella y Katie en el otro lado de la mesa.
—Algo para ti, ¿Katie? —pregunta.
—Sólo agua.
Asiente. —Volveré en un momento para tomar su orden.
Katie se inclina sobre la mesa mientras él se aleja, y susurra—: Eso no estuvo tan mal.
—Habla por ti —murmuro.
—Yo digo que ordenemos un montón de cosas poco a poco… sabes, para hacerlo trabajar por ello, luego darle duro con la propina —dice Sam, mirando a su espalda mientras se acerca a la barra.
—Nop —le digo—. Él es sólo un mesero más. No le daré la satisfacción de saber que aún me afecta. —Me enderezo en mi asiento y lo miro—. Porque ya no lo hace… mayormente.
—Es tu espectáculo, Lexie —dice Sam—, pero después de lo que hizo, si fuera yo, dejaría la tierra chamuscada. No habría misericordia.
Me deslizo fuera de la mesa. —Voy a lavarme las manos. Si vuelve, ordénenme el cangrejo de pavo, con poca mayonesa.
Los baños están cerca de la barra, así que tuve que caminar al lado de Rick en mi camino. Su espalda estaba hacia mí, y una mesera pequeña y rubia estaba de pie a su lado, frotando su brazo contra el suyo.
—… esta noche si quieres. Puedo prometerte un buen momento —dice mientras sus dedos se curvan en su muslo y lo aprieta.
Mi estómago se encoge, y los evito y camino más rápido, pero antes de que llegue al baño, me llama por el pasillo. Tengo la tentación de fingir que no lo escucho, pero sé que está viniendo tras de mí rápido. Está lo suficientemente cerca así que sabría que estoy fingiendo. Lo que significa que sabría que aún me afecta.
—¿Qué? —digo, volteándome.
Se detiene a unos pasos de mí y mete sus manos en los bolsillos. —¿Cómo has estado?
—Muy bien, Rick. Estoy fabulosa —escupí—. ¿Terminamos?
—Mira, sé que fui un idiota —espeta cuando me doy la vuelta hacia el baño.
No me vuelvo. —No fuiste un idiota. Fuiste un imbécil. Hay una gran diferencia.
Bien. Fui un imbécil. Realmente lo siento.
Comienzo a moverme de nuevo. —Lo siento no es suficiente.
—Aún te amo, Lexie. No puedo superarlo.
Había un tirón desesperado en su voz que se agarró de mi corazón y me detuvo en seco.
—Esas chicas… Fui un imbécil —Lo escuché acercarse más mientras hablaba, pero no me di vuelta para mirarlo—. No he tocado a nadie más desde las vacaciones de invierno. No quiero a nadie más Lexie. Te quiero a ti. —Pone una mano en mi cadera, y me maldigo a mi misma por estremecerme. Gentilmente me da la vuelta y levanta mi cara con un dedo bajo mi barbilla, así que lo estoy viendo a los ojos—. Siempre lo haré.
Se inclina lentamente, mirándome todo el tiempo. No puedo decir por qué no me alejo de él, pero mientras presiona mi cuerpo entre el suyo y la pared, no sólo no lo alejo, lo beso de vuelta.

0 comentarios:

Publicar un comentario

¡Hey tú! Si, tú. Recuerda que un blog se alimenta de comentarios, así que no te vayas sin dar tu opinión;)

Social Profiles

Twitter Facebook Google Plus LinkedIn RSS Feed Email Pinterest

Comments

Followers

Popular Posts

Oriana Torrelles. Con la tecnología de Blogger.

Especiales


Contact Us

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

Home Ads

Random Products

Copyright © Imaginando Libros | Powered by Blogger
Design by Lizard Themes | Blogger Theme by Lasantha - PremiumBloggerTemplates.com